A las 21:06 de este lunes, el venerable artista hizo su entrada triunfal en el escenario del Movistar Arena, tomando asiento en una banqueta y dando inicio al concierto con “Growing Old” de Bobby Cole, acompañado por Paddy Milner al piano. Su voz, serena y casi transformada, nos recuerda que, aunque los años pasen, su talento permanece inalterable.
Con la conclusión de la primera melodía, la banda completa se unió y comenzó a interpretar una pieza menos conocida, pero no por ello menos impactante. La voz del cantante llenó el estadio, creando un ambiente que solo puede ser comparado con los fenómenos naturales más poderosos, un efecto que en el pasado solo grandes como Elvis, Sinatra y Pavarotti podían lograr.
Este ícono del pop, con su aire de nobleza británica, ha sido parte de la historia musical durante seis décadas y esta es su sexta visita a Buenos Aires. A pesar de que algunos temas como “Not Dark Yet” de Bob Dylan puedan ser nuevos para algunos, el público sabe que la experiencia será única.
Antes de la tercera canción, el cantante galés compartió una anécdota sobre su hit de 1965, “It’s Not Unusual”, seguido por “What’s New Pussycat?”, que resonó con un aire circense gracias al acordeón de Milner. Apenas diez minutos después del inicio, el ambiente ya era festivo.
El artista rindió homenaje a Dusty Springfield con “The Windmills Of Your Mind” y elevó la temperatura con “Sexbomb”, transformándola en un blues crudo y poderoso. Con el apoyo del guitarrista Scott McKeon, la banda se electrificó, llenando el lugar de energía pura.
El repertorio continuó con temas de su último álbum, “Surrounded by Time”, y clásicos como “Green, Green Grass Of Home” y “Delilah”, manteniendo a todos los presentes cautivados y en movimiento.
Otro momento extraordinario se da con Tower of Song, de Leonrad Cohen, donde subraya la frase «nací con el don de una voz de oro» y alcanza un registro vocal que eriza hasta las paredes.
Sobre el final, lanza dos hits ochentosos -You Can Leave Your Hat On y Kiss- para que ya nadie más se siente en sus sillas. Tras un breve intervalo, casi dos horas después del comienzo, vuelve para los bises. Primero con One Hell of a Life, en la que pide: «Cuando esté muerto (…) Sólo recuerden que tuve una vida increíble» y luego se zambulle en dos rocanroles primarios – Strange Things Happening Everyday y Johnny B. Goode- para cerrar una noche única, en la que una voz, otra vez, venció al paso del tiempo.